Tengo 22 años de edad y escribo esta carta para que no acepten los tratos de traficantes que llevan por mal camino.
Antes de venir a Hong Kong mi situación siempre fue complicada por que tenía dificultad de conseguir trabajo, pues la pandemia había afectado mucho el mercado laboral.
Yo trabajaba vendiendo ropa por las mañanas y trabajando como mesera en pizzerias para ayudar a mi papá que sufría de problemas cardiacos y necesitaba una cirugía urgente. Con lo que ganaba no me bastaba para pagar las consultas y los exámenes médicos ni los medicamentos. Tuve que abandonar mis estudios para ayudar con los gastos cotidianos.
…cada vez que llamaba escuchaba a mi papá llorando y diciendo que no quería morir.
Trabajé desde los 14 años para hacerme cargo de mi educación y ayudar a mi padre ya que solo nos tenemos el uno al otro. Con el tiempo, los tratamientos no le hacían efecto y fue internado al hospital varias veces. Me tocó ver qué hacer para mantener mi trabajo, cuidar de mi padre y conseguir dinero para los gastos médicos. Habíamos retirado dinero del banco para pagar las deudas. Empecé a doblar turnos en la noche, a hacer horas extras e ir a trabajar por las mañanas, a hacer trabajos domésticos y buscando cualquier otro trabajo para ganar más aunque eso implicara no poder descansar y no poder pasar tiempo con mi padre que ha medida que pasaban los los meses su salud empeoraba.
Mi salud también estaba sufriendo. Tengo problemas de hipotiroidismo congénito y también necesitaba mis tratamientos y medicamentos. Era complicado con los problemas de mi padre y los míos: un enfermo cuidando a un enfermo. Para colmo de males, ninguno de los dos podía dejar los medicamentos ya que de eso dependíamos todos los días. Cuando mi papá empezó a empeorar de salud, caí en depresión porque él era el único amigo que tenía, con quien hablaba y quien me acompañaba en mis consultas y que me conocía como nadie en el mundo. Por más que hacía cosas que me enojaban o decía cosas que no me gustaban, era la persona a quien yo quería y sabía que si se fuera de mi vida me quedaría sola.
Poco tiempo después, mi padre tuvo un ataque al corazón y tuvo que ser internado. Yo veía la forma de cómo cuidar de él y trabajar como podía. Pasando unas semanas de que se internó en el hospital, recibí una carta proveniente de Brasil ofreciéndome hacer un viaje. Al principio no sabía de qué se trataba, pero por desesperación decidí ponerme en contacto con las personas para hacer un trabajo que me decían me daría suficiente dinero para costear la cirugía de mi papá.
Cuando llegué a Brasil, me recogió un taxi que me llevó a un apartamento. Allí me mantuvieron encerrada hasta el día del viaje. Durante los siguientes días, las personas me llamaban por videollamada, cubriéndose las caras con pasamontañas, mientras me explicaban en qué consistía el trabajo y qué debía hacer. Pasé 22 días encerrada. Las personas me preguntaban si necesitaba alguna cosa y me la hacían llegar con tal de que yo no saliera del apartamento por ningún motivo ni circunstancia
Llena de furia, llamé para reclamar y estos me amenazaron con matarme si no me subía al avión.
Como la operación de mi papá dependía de que yo hiciera ese viaje, todo tenía que salir a la perfección. La larga espera me desesperaba pues necesitaba saber cómo seguía mi papá. Yo lo llamaba todos los días para ver cómo estaba. Mi hermano, quien se estaba haciendo cargo de mi él durante mi ausencia, no tenía paciencia y cada vez que llamaba escuchaba a mi papá llorando y diciendo que no quería morir. La presión de mi hermano y la de mi papá, y el susto que me daban cuando me mostraban el estado en que se encontraba, me enloquecían y me frustraba verlo mal y sufriendo. Me rompía a llorar de los nervios por no poder salir. A pesar de todos mis intentos para que me dejaran salir, no me lo permitían; no conseguí hacer entrar en razón a esa gente. Cuanto más pasaban los días, más me deprimía.
Con todos los reclamos y los llantos conseguí que adelantaran el viaje. Al principio me decían que iría a Europa. El día que iba a hacer el viaje me dejaron la droga en una bolsa para que empezara a tragarla y junto con eso las instrucciones para el viaje, la hora de salida y dónde iba a esperar al taxi que me llevaría al aeropuerto. En cuanto salí, encontré un taxi esperándome. El vuelo salía a la 1 de la madrugada. Al entregar mi maleta en el aeropuerto me preguntaron si la mandaría directo y cuando ésta me pasa el boleto y lo reviso, ¡veo que dice “Hong Kong”! Llena de furia, llamé para reclamar y estos me amenazaron con matarme si no me subía al avión.
Nota: Esta carta ha sido editada. Se han hecho correcciones gramaticales y de ortografía para mejorar la redacción de la misma.